El Salvador ha sufrido durante mucho tiempo ciclos de violencia extrema vinculados a poderosas pandillas criminales. Las autoridades nacionales han respondido tanto con una represión implacable como con un apaciguamiento secreto. En público, los gobiernos pueden promulgar políticas de “mano dura” que incluyen arrestos masivos de presuntos pandilleros. Pero en secreto, los líderes salvadoreños han negociado con los líderes de las pandillas en prisión, brindándoles beneficios a cambio de ordenar a sus pandilleros que reduzcan el derramamiento de sangre.

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Miembros de una fuerza policial antipandillas en San Salvador, El Salvador. Bajo la presidencia de Nayib Bukele, el gobierno salvadoreño ha iniciado una campaña antipandillas sin precedentes. (Tomás Munita/The New York Times)
Miembros de una fuerza policial antipandillas en San Salvador, El Salvador. Bajo la presidencia de Nayib Bukele, el gobierno salvadoreño ha iniciado una campaña antipandillas sin precedentes. (Tomás Munita/The New York Times)

Bajo la presidencia de Nayib Bukele, el gobierno salvadoreño ha iniciado una represión sin precedentes contra las pandillas en respuesta a una oleada de asesinatos durante un fin de semana de marzo que muchos sospechan marcó la ruptura de un acuerdo secreto con pandillas. Desde que se declaró un Estado de Excepción en marzo de 2022 que suspende ciertos derechos constitucionales, el gobierno ha detenido a más de 53.000 presuntos pandilleros, duplicando el número de personas detenidas en las cárceles del país. Casi dos de cada 100 salvadoreños están ahora en la cárcel, la tasa de encarcelamiento más alta en el mundo.

A pesar de (o quizás, debido a) sus políticas de mano dura, el presidente salvadoreño sigue siendo popular, con índices de aprobación que oscilan entre el 80 y el 90 por ciento. Pero ¿qué viene después? ¿Cómo usa el presidente su popularidad para desarrollar una estrategia a largo plazo y construir instituciones que puedan contener la violencia de las pandillas sin violar los derechos humanos y sin dañar más a las comunidades cuyo tejido social y familiar ha sido duramente golpeado por la represión?

Mary Speck de USIP habló con José Miguel Cruz, un experto en pandillas centroamericanas de la Universidad Internacional de la Florida, sobre el poder de las pandillas salvadoreñas, el impacto del encarcelamiento masivo y si las negociaciones con los líderes de las pandillas podrían ofrecer un camino hacia una paz duradera.

Speck: En general, pensamos en los pandilleros como jóvenes de entornos desfavorecidos que buscan conexiones sociales, emoción y, a menudo, ganancias financieras a través de delitos como la venta al por menor de drogas. ¿Las pandillas centroamericanas se ajustan a este patrón? ¿Qué las hace tan poderosas?

Cruz: Tanto en Estados Unidos como en Centroamérica, básicamente estamos hablando de jóvenes que están buscando un sentido de pertenencia y tratando de responder a las preguntas sobre la identidad que siempre tienes cuando eres joven. Por las condiciones en las que viven —pobreza, exclusión, marginalidad— la pandilla se convierte en su grupo inmediato de referencia. Eso es básicamente lo que vemos tanto en Estados Unidos como en Centroamérica.

Lo que distingue a las pandillas centroamericanas es su capacidad de controlar la vida cotidiana en sus barrios, utilizando mucha violencia. Otra diferencia importante es que la principal fuente de ingresos de las pandillas en Estados Unidos es el narcotráfico a nivel local. En Centroamérica, dependen mucho más en la extorsión, imponiendo impuestos a la población local. Se convierten en una especie de gobernantes, desarrollando esta capacidad de gravar a la población.

Si uno intenta hacer crecer una pequeña empresa o iniciar una empresa en un vecindario controlado por pandillas, debe pagar “renta” para “obtener seguridad”. Esto es normalmente lo que hace el estado: pedirte impuestos a cambio de darte algún tipo de seguridad. Ese es el tipo de poder que las pandillas han desarrollado en Centroamérica, especialmente en los barrios pobres o en las zonas más desfavorecidas.

Pero incluso dentro de Centroamérica existen diferencias importantes. Las pandillas se han desarrollado más en El Salvador, luego en Honduras y por último en Guatemala. ¿Por qué es así? Bueno, hay muchos factores diferentes, pero creo que uno de los factores importantes es que en Honduras y Guatemala hay otros actores criminales, específicamente organizaciones de narcotraficantes, que han impedido que las pandillas se vuelvan tan poderosas como en El Salvador.

Speck: El Salvador, Guatemala y Honduras han implementado las llamadas “políticas de mano dura” para combatir las pandillas. La represión salvadoreña desde marzo de 2022 es el ejemplo más reciente y extremo. No obstante, las pandillas aún dominan los barrios urbanos empobrecidos de toda la región. ¿Estas medidas enérgicas debilitan, o al menos contienen, a las pandillas? Y si no, ¿Por qué no?

Cruz: Ahora sabemos mucho sobre el impacto de las políticas de “mano dura”, porque estas se han implementado desde principios de la década de los 2000. Básicamente, lo que encontramos es que estas políticas, especialmente en El Salvador, motivaron a las pandillas a organizarse mucho mejor.

Primero, porque estas políticas generaron muchos agravios entre la población. Esto empujó a muchos jóvenes a las manos de las pandillas. En segundo lugar, el gobierno puso a los capturados juntos en estas prisiones masivas. Entonces, tienes a personas de diferentes partes del país juntas en una prisión y ellas comienzan a ampliar su red de contactos. Las medidas de represión brindaron este tipo de oportunidades, las 24 horas del día y los 7 días de la semana, para que  los jóvenes se organizaran de esta manera.

El Salvador tomó medidas enérgicas contra las pandillas en 2003 y para 2004 comenzamos a tener evidencia que la extorsión se estaba convirtiendo en un problema. ¿Por qué? Porque los pandilleros en prisión comenzaron a exigir que sus amigos fuera de prisión les enviaran dinero. Entonces, los pandilleros de afuera comenzaron a extorsionar a la población para enviar dinero a los de adentro. Asimismo, las personas en prisión también comenzaron a usar teléfonos celulares para extorsionar a personas fuera de la prisión.

Está claro que después de la mano dura aumentaron las extorsiones. También subieron los homicidios porque hubo guerras entre pandillas por el control territorial y también entre el Estado y las pandillas.

Speck: El gobierno de los Estados Unidos y otros donantes han trabajado con el gobierno salvadoreño en programas de prevención de la violencia. Y hay evidencia de que estos programas pueden ser efectivos. ¿Por qué no se han ampliado?  ¿Y por qué los gobiernos salvadoreños han optado por negociar con los líderes de las pandillas?

Cruz: Los salvadoreños se dieron cuenta que las políticas de mano dura no estaban funcionando. Entonces [el presidente Mauricio] Funes comenzó a probar políticas más preventivas después de asumir el cargo en 2009. Pero - y esto es muy importante en términos de política - las medidas preventivas toman tiempo. Tienes este tipo de impulso o inercia que viene desde las medidas represivas, por lo que las pandillas continúan fortaleciéndose mientras que al mismo tiempo estás tratando de implementar políticas preventivas. La gente no veía resultados y la tasa de homicidios seguía siendo alta.

Entonces Funes da un giro de 180 grados y pone al Ministro de Defensa [David Munguía Payés] a cargo de la seguridad pública. Y lo primero que hace el ministro es volver un poco a la mano dura. Pero en este punto, las pandillas están mejor preparadas y comienzan a responder de la misma manera. Entonces, lo que tienes es aún más violencia.

Parecía que nada funcionaba. La prevención parecía no estar funcionando. Los enfoques represivos no funcionaron. Entonces, dice el ministro, “lo que tenemos que reducir son los homicidios”. Y la única manera de hacerlo es hablando con las pandillas, y así se le ocurrió la tregua. Negoció la tregua para reducir los homicidios. No le importaban las extorsiones u otras cosas, solo los homicidios. ¡Y funcionó!

La limitación de la tregua era  que mientras a la gente le gustaba la reducción de homicidios, la tregua realmente no abordaba el control de las pandillas en las comunidades; las pandillas siguieron extorsionando. Ahí es cuando tienes todo el rechazo. Porque la gente está diciendo “Ah, ahora están negociando con pandillas. Pero todavía tengo que pagarle la “renta”a la pandilla. Las pandillas siguen aquí, ¿verdad? Las pandillas no han desaparecido”.

Speck: ¿Qué se puede hacer? Los esfuerzos de prevención de la violencia son impopulares porque toman demasiado tiempo. Las treguas de pandillas pueden ofrecer un alivio de la violencia, pero permiten que las pandillas mantengan el control territorial. El encarcelamiento masivo puede crear una nueva generación de pandilleros. ¿Hay alguna manera de salir de estos ciclos de acomodación, represión y resurgimiento?

Cruz: Considerando el poder que tienen las pandillas a nivel local, creo que cualquier solución tiene que pasar por algún tipo de negociación. Reconociendo que las pandillas son lo que llamamos “un poder fáctico” a nivel local.

El problema de la tregua de 2012 o de las negociaciones de Bukele con los líderes de las pandillas es que no abordan lo que creo que debe ser el objetivo final: la desmovilización de las pandillas como actores criminales y su incorporación a modos de vida lícitos. Además, otro problema es que lo hicieron clandestinamente, así que no sabes qué arreglos se hicieron.

Debes negociar con las pandillas como parte de una estrategia para desmovilizarlas y también para brindar justicia a las víctimas, que también debe ser parte de la ecuación.

Hay personas que deben rendir cuentas: los líderes. Pero también se debe recordar que muchos de estos tipos hicieron cosas terribles cuando eran menores y algunos todavía son jóvenes, por lo que se debe tener eso en cuenta incluso cuando se intenta brindar justicia a las víctimas.

Muchos de los líderes de las pandillas están muy conscientes de todas las cosas que hicieron, y algunos tienen remordimiento. Algunos de ellos reconocen que tienen que pagar por lo que hicieron. Muchos de ellos quieren que sus hijos tengan una vida normal.

Entonces, lo que podemos decir es “Tienes que pagar por lo que hiciste. Tienes que estar en prisión. Pero tu familia y tu comunidad estarán a salvo. Tendrán las oportunidades que se merecen como cualquier otro miembro de la sociedad”.

Muchos pandilleros incluso me han dicho: “Mira, yo sigo en esto por mi familia, porque si no, no voy a tener nada que ofrecerle a mi ellos. Se morirán de hambre”. Muchos nunca terminaron la escuela; nunca han recibido ningún entrenamiento. Sus hijos tampoco recibieron educación ni capacitación. Entonces, un punto a negociar puede ser ofrecer un futuro para estas familias, estas comunidades, y al mismo tiempo responsabilizar a los líderes, mantenerlos en prisión, básicamente pagando su deuda.

Hemos probado la mano dura. Hemos intentado treguas de pandillas. Y seguimos fracasando. Entonces, ¿por qué no negociar la desmovilización de las pandillas? Hay que invertir mucho dinero y capital político. El presidente Bukele podría haber estado en una posición más sólida para hacerlo al principio de su mandato, pero ahora será más difícil con el encarcelamiento masivo y la demonización de los pandilleros. Aun con todo esto, la desmovilización es la única solución a largo plazo.

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