Lula busca reactivar la cooperación regional – pero tiene detractores

Como líder de Brasil, el país más grande de Sudamérica – tanto en términos de tamaño, población y PIB – el presidente Luiz Inácio Lula da Silva tiene una enorme influencia, así como una ambición de igual escala. Tras seis meses de su tercer mandato (luego de 12 años de ausencia), el gregario líder brasileño – conocido a nivel mundial simplemente como "Lula" – ha saltado de nuevo con ansias al escenario mundial, mostrándose como el líder del Sur Global.

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El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en el centro, durante su última campaña presidencial, el 2 de octubre de 2022. (Victor Moriyama/The New York Times)
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en el centro, durante su última campaña presidencial, el 2 de octubre de 2022. (Victor Moriyama/The New York Times)

Impulsado por la elección de otros presidentes de izquierda en Argentina, Chile y Colombia, Lula intenta resucitar el sueño de la integración económica y política de Sudamérica. El 30 de mayo, Lula organizó una cumbre de líderes sudamericanos con el objetivo de reactivar la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), creada en 2008 pero para todos efectos inactiva desde 2018.

Sin embargo, los esfuerzos por crear una alianza que fomente la cooperación y el desarrollo regionales, haciendo también contrapeso a la influencia de los Estados Unidos, han fracasado repetidamente en el pasado, consumidos por los intereses e ideologías contrapuestas de la región.

Durante la última "marea rosa" de la región, Lula, junto con los presidentes Néstor Kirchner de Argentina y Hugo Chávez de Venezuela, encabezó la creación de UNASUR. Incluía a miembros de dos bloques comerciales creados previamente: la Comunidad Andina (Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú) y Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay), junto con los países restantes de Chile, Guyana, Surinam y Venezuela.

UNASUR duró menos de una década como bloque regional unido. La incapacidad del grupo para ponerse de acuerdo sobre un secretario general en 2018 desencadenó la ruptura, exacerbada por las diferencias sobre las políticas comerciales (apertura vs. proteccionismo) cuando la bonanza de las materias primas acabó, sumiendo a la región en una profunda recesión. La crisis de Venezuela también abrió fisuras políticas. A medida que la marea rosa retrocedía, líderes más conservadores instaron al bloque a condenar la represión política del presidente Nicolás Maduro. Entre 2018 y 2020, los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú suspendieron su adhesión (aunque Brasil, Colombia y Argentina ya han anunciado su intención de volver a la organización recientemente).

Las divisiones sobre cómo abordar la crisis de Venezuela han reabierto las fisuras políticas de la región. Lula ofreció a Maduro no sólo una calurosa bienvenida en Brasilia el 30 de mayo, sino también una vigorosa defensa ante las acusaciones de autoritarismo, calificando de "absurdas" las críticas al gobierno venezolano y de "completamente exageradas" las sanciones internacionales. Sus palabras provocaron reproches de líderes democráticamente elegidos tanto de izquierda como de derecha.

¿Puede Lula revitalizar la UNASUR? ¿O naufragarán sus esfuerzos en medio de la controversia política por su decisión de defender a Maduro en la cumbre? USIP pidió a cuatro expertos -Nicolás Devia- Valbuena, John Feeley, Jennifer McCoy y Richard Sanders- que analizaran tanto la ambiciosa agenda del líder brasileño como los obstáculos y las oportunidades para la integración regional.

¿Un proyecto de vanidad para Lula?

Sanders: El esfuerzo de Lula por reactivar UNASUR forma parte de un esfuerzo más amplio que busca elevar el perfil internacional de Brasil y, con él, su propia reputación personal como figura de talla mundial. Sin embargo, sus últimas acciones han estado marcadas por un sesgo antioccidental, del que ya vimos indicios durante sus dos mandatos anteriores. Lula se ha ofrecido como mediador entre Rusia y Ucrania, aun cuando ha visitado Moscú pero no Kiev, y se ha evidenciado su empatía con la postura rusa. Lula ha planteado repetidamente la idea de encontrar una alternativa a la "hegemonía" del dólar para financiar el comercio internacional. Aunque adopte posturas que seguramente irritarán a Estados Unidos y Europa, es probable que reanude su campaña a favor de una reforma del sistema de las Naciones Unidas con el objetivo de dar a Brasil un puesto permanente en el Consejo de Seguridad.

La cumbre de Brasilia estuvo marcada por el rencor que causaron los comentarios de Lula “apoyando” al dictador venezolano Nicolás Maduro. Aunque la presencia de Maduro en la cumbre no sorprendió a nadie, Lula escandalizó a muchos al insistir públicamente en que Maduro había sido elegido democráticamente por los venezolanos y que las críticas contra él equivalían a una "narrativa construida".

Esto fue cuestionado tanto desde la derecha como desde la izquierda. El presidente conservador de Uruguay, Luis Lacalle, afirmó que las acciones de Venezuela para socavar los derechos humanos y la democracia eran una "grave realidad" y que "no se puede tapar el sol con un dedo". Asimismo, el presidente chileno de izquierda, Gabriel Boric, insistió en que "los derechos humanos tienen que ser respetados en todas partes" y que la cumbre de Brasilia brindaba la oportunidad de "planteárselo directamente a Maduro".

También echaron agua fría sobre las perspectivas de una UNASUR resucitada. Como dijo Lacalle, "debemos detener esta tendencia a crear nuevas instituciones". Por su parte, Boric abogó por mecanismos de cooperación flexibles, afirmando que con o sin UNASUR, la región necesita "espacios para trabajar unidos".

En la cumbre no se habló de las crisis que asolan gran parte de Sudamérica, donde, además de la grave situación de Venezuela, Colombia se enfrenta a un fragmentado proceso de paz, los enfrentamientos entre los presidentes y congresos de Perú y Ecuador han afectado gravemente su gobernabilidad, y Argentina se encuentra sumida en un colapso económico.

La cumbre ha pasado, pero las divisiones evidenciadas en ella y la ausencia de acuerdos sustanciales llevan a preguntarse si se trataba de un ejercicio concreto, o de un proyecto de vanidad dirigido por Brasil.

La necesidad de una mayor cooperación sudamericana

Devia-Valbuena: El presidente Lula quiere reinstaurar lo que él cree que es el papel de Brasil como líder de América Latina. Pero la reunión Lula-Maduro definió el tono y la atmósfera de la cumbre, desatando críticas tanto de la sociedad civil como de los lideres de la región. Las repercusiones obstaculizarán las esperanzas de Lula de convertirse en el líder de la región ante el resto del mundo. A pesar del poder económico y político de su país, el resto de América Latina no ve necesariamente en el lusófono Brasil o en su presidente el representante de la región.

La cumbre resalto sin embargo la necesidad de una mayor integración sudamericana. Aunque discreparon sobre Venezuela, los participantes acordaron crear un "grupo de contacto" compuesto por todos los cancilleres sudamericanos. Los ministros evaluarán los esfuerzos previos de integración y someterán a la consideración de los presidentes una hoja de ruta. Los países también identificaron áreas clave de cooperación que podrían impulsar y desencadenar el proceso de integración, como el trabajo para consolidar una zona de libre comercio regional, proyectos de infraestructura, seguridad alimentaria, protección del medio ambiente, así como defensa y seguridad.

Más que para resucitar UNASUR, la cumbre podría resultar útil para iniciar un proceso de cooperación e integración temática especializada en áreas concretas en las que las partes puedan lograr victorias tempranas. La consolidación de una red eléctrica regional y/o una infraestructura de telecomunicaciones compartida, y la coordinación de esfuerzos diplomáticos en la agenda medioambiental para lograr un acuerdo sobre el alivio de la deuda externa a cambio de servicios medioambientales son objetivos en los que los líderes regionales podrían empezar a trabajar desde ahora a pesar de sus diferencias políticas.

El regreso de Venezuela a la comunidad internacional debe hacerse bien

McCoy: Lula suscitó polémica al invitar a Maduro a su reunión de una docena de líderes sudamericanos a finales de mayo. Invitar a Maduro fue una decisión acertada; los comentarios que hizo Lula sobre las críticas sobre el declive de Venezuela hacia el autoritarismo sin embargo no lo fueron. En cambio, sus declaraciones sonaron a la racionalización de la posverdad, calificando la imagen antidemocrática de Venezuela de una "narrativa" promovida por países occidentales con "prejuicios muy grandes" contra Venezuela.

Afortunadamente, tanto un presidente de izquierda (Chile) como uno de derecha (Uruguay) denunciaron este intento equivocado de facilitar el regreso de Maduro a la diplomacia regional negando la realidad y cayendo en la propia narrativa de victimismo y persecución promovida por Maduro.

Pero la inclusión de Venezuela en la diplomacia regional es importante. Los gobiernos necesitan comunicarse entre sí para resolver problemas mutuos. Aislar a un gobierno que está detrás de la mayor crisis de refugiados de la historia moderna de la región, que afecta a la mayor parte de Sudamérica y más allá, no tiene sentido. Ahora, una pandilla que se creó en Venezuela parece haberse extendido a países vecinos quienes ya están sufriendo un aumento de sus índices de delincuencia, otro indicador más de lo porosas que son las fronteras de la región.

La reincorporación a los foros multilaterales, si se hace con cuidado, podría devolver a Venezuela al orden internacional basado en normas, de modo que no dependa por completo de una coalición de Estados parias. Instituciones internacionales como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Penal Internacional, aunque débiles en su aplicación, proporcionan vías para que los ciudadanos pidan reparación por los abusos de los que fueron víctimas y para que las organizaciones de la sociedad civil vigilen e informen, ayudando así a que los victimarios rindan cuentas. La Organización de Estados Americanos puede proporcionar observación internacional a las elecciones y organizar un Grupo de Amigos que acompañe los esfuerzos internos de Venezuela para su reconstrucción democrática y económica. Las instituciones económicas multilaterales serán fundamentales en la recuperación económica de Venezuela y Naciones Unidas ha prometido gestionar un fondo humanitario, si es que llega a hacerse realidad.

Los líderes de la región deberían aspirar a mantener conversaciones francas (y privadas) sobre las crisis de democracia y gobernanza a las que se enfrenta la región – y, de hecho, el mundo –. El objetivo sería buscar renovar viejos compromisos al tiempo que se diseñan nuevas estrategias para superar la profunda polarización, proteger los derechos universales y resolver conflictos políticos restableciendo unos nuevos contratos sociales mediante mecanismos democráticos.

Cómo Washington puede canalizar las ambiciones de Lula

Feeley: Mientras los tomadores de decisión estadounidenses observan los recientes esfuerzos de los presidentes latinoamericanos en cumbres – como la convocatoria por parte del presidente colombiano Gustavo Petro de una serie de líderes selectos para tratar la cuestión de las múltiples crisis de Venezuela, o el intento de Lula de volver a reunir la UNASUR – la tentación de una “schadenfreude” es evidente. Ambas reuniones parecieron precipitadas, produjeron poco y resultaron poco profesionales. Sin embargo, los regaños o los petulantes "te lo dije" son exactamente lo que Estados Unidos debe evitar ahora.

En cambio, los lideres estadounidenses deberían animar públicamente a Lula a seguir asumiendo un papel de liderazgo en la región en cuestiones multilaterales, como el cambio climático y el medio ambiente, y a abordar cuestiones espinosas específicas de cada país, como el deterioro democrático y la represión de los derechos humanos en múltiples países bajo regímenes autoritarios. Como declaró sabiamente el Secretario de Estado Antony Blinken en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos en 2022, Estados Unidos debería inculcar a Lula que la óptica de la Guerra Fría de "izquierda contra derecha" o "conservadores contra progresistas" es anacrónica. El único lente que importa ahora es autoritario frente a demócrata.

Las críticas a Maduro son mucho más efectivas viniendo del chileno Boric que de funcionarios estadounidenses. Sin embargo, los diplomáticos estadounidenses de forma silenciosa deben dejar claro a Lula y sus compatriotas sobre la necesidad de proteger los derechos humanos en Venezuela – no hay ninguna diferencia entre lo que dijo Boric y lo que cree Estados Unidos de forma bipartidista –. Pero Estados Unidos debería hacerlo a través de una diplomacia discreta y no de declaraciones performativas y denunciatorias.

Richard M. Sanders es Global Fellow del Woodrow Wilson International Center for Scholars y Senior Fellow del Center for the National Interest. Anteriormente fue director de la Oficina de Asuntos Brasileros y del Cono Sur en el Departamento de Estado de Estados Unidos.

Jennifer McCoy es profesora de la Universidad Estatal de Georgia y Scholar no residente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional.

John Feeley es director ejecutivo del Centro para la Integridad de los Medios de Comunicación de las Américas de la Organización de Estados Americanos y ex embajador de Estados Unidos en Panamá.


PHOTO: El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, en el centro, durante su última campaña presidencial, el 2 de octubre de 2022. (Victor Moriyama/The New York Times)

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